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Julián no quedó solo: su mamá lo protegió hasta el final

  • Foto del escritor: Sefy Ltda
    Sefy Ltda
  • 11 jun
  • 2 Min. de lectura
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Laura recordaba día a día la historia de Marta, su compañera de trabajo que falleció de manera repentina. Fue un momento difícil para todos en la oficina, pero también una lección silenciosa. Gracias a la póliza de vida colectiva que tenía a través de la empresa, la familia de Marta pudo recibir una indemnización que les permitió afrontar los gastos inmediatos y reorganizarse emocional y económicamente. En definitiva, esa vez Laura fue testigo del verdadero valor de un seguro.


Esta vez la historia fue distinta. Era sábado por la mañana y Laura estaba ordenando la cocina mientras sus hijos veían televisión. El teléfono sonó. Al contestar, escuchó una voz entrecortada que le dio una noticia que le heló el cuerpo: Diana, su amiga de toda la vida, había fallecido. Diana era madre soltera, siempre alegre, siempre fuerte. Su hijo Julián tenía 17 años y estaba por terminar el colegio (había sido aceptado en una universidad pública y soñaba con convertirse en ingeniero, como su abuelo.) Ahora, con su madre ausente, todo parecía detenerse.


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Laura se quedó unos segundos mirando al vacío. Recordó la última conversación que habían tenido en una cafetería del centro, semanas antes. Diana, con un tono sereno pero firme, le dijo: “Yo sé que no tengo mucho, pero si algo me pasa, no quiero dejar a Julián sin nada. Hice el esfuerzo y contraté un seguro de vida. Uno sencillo, pero que le sirva.”


En ese momento, Laura lo tomó como una conversación más. Pensó que era una de esas cosas que se dicen, pero que rara vez se necesitan pronto. Nunca imaginó que esa decisión iba a cambiar el rumbo de todo. En medio de los trámites, la tristeza y la confusión, la noticia llegó como un pequeño rayo de alivio: la póliza de vida individual que Diana había contratado estaba activa y vigente. La suma asegurada no era enorme, pero era suficiente. Cubrió los gastos funerarios, permitió que Julián pagara la matrícula de la universidad, comprara materiales, libros, y siguiera estudiando.


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Laura, conmovida, entendió que Diana había hecho algo extraordinario: no esperó a que alguien más protegiera a su hijo. Sin una póliza colectiva ni una empresa detrás, tomó la decisión por cuenta propia. Con esfuerzo y convicción, se anticipó. Y eso fue crucial: a diferencia de lo ocurrido con Marta, quien tuvo un respaldo gracias al beneficio de su empresa, Diana no tuvo ese privilegio. Pero lo que sí tuvo fue la claridad de actuar a tiempo. Y eso fue lo que cambió el destino de Julián.


Esta vez, no fue suerte. Fue previsión. Fue amor en forma de decisión.


En SEFY, creemos que proteger a los suyos es también un acto de amor. Ya sea con una póliza colectiva o individual, lo importante es asegurar el bienestar de quienes más nos importan. Le ayudamos a encontrar la mejor opción según su realidad.

 
 
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